domingo, 6 de noviembre de 2011

DOS DÍAS INOLVIDABLES

Acabamos de llegar de Granada y no me conformo con descansar sin antes contar el maravilloso viaje que hemos hecho los compañeros de la Asociación de Jubilados y Pensionistas “Virgen del Rocío”, los buenos amigos y familiares que nos han acompañado.

Nuestro itinerario pasaba por Salinas, donde paramos a desayunar un suculento surtido de exquisiteces del lugar. La surrapa no podía estar más buenísima, quien la probó lo sabe... A las once y cuarto y tras encontrarnos la carretera de Fuentevaqueros cortada y sin señalización, anduvimos por campos que tal vez de otra manera no hubiéramos descubierto, todo rezumando agua y verdor, una preciosidad. Algo más tarde de lo previsto llegamos a casa de Federico García Lorca que nos estaba esperando. A mí me llevaba esperando más de cincuenta años aquella casa cuidada y azul que vió nacer a uno de los mejores poetas de todos los tiempos. Para mí...un santuario. Para todos, creo, un rato inolvidable.
A pesar de que no pudimos hacer fotos del interior, podría describiros su cunita, la cama de sus padres, adonde fue alumbrado; su pasadizo secreto, por donde tantas veces se escondería, bajo las escaleras. Sus alacenas, sus sillas, el suelo que pisaran sus pies niños... Fue en el patio donde nos dejaron hacer fotos a gusto. Aquí está la prueba. Todo un placer para todos ese rato de paz rodeado de macetas y con su imagen presidiendo cada retrato, como si su alma anduviera entre nosotros abrazándonos.

Allá por el mediodía nos fuimos a comer y a descansar un rato. Luego pasamos la tarde libre en la bella ciudad de Granada. Cada uno hizo lo que le vino en gana y volvimos a orillas del Darro a la hora señalada para irnos a cenar.

Después de la cena no faltó quien se echó su bailecillo ni su buena panzada de reir con las monerías de los bailarines portugueses con los que compartimos el hotel.

Hoy, a primera hora, nos dispusimos para ir al Parque de las Ciencias. Yo no lo conocía ni muchos de los que íbamos. Y qué maravilla, madre mía. No me hubiera salido del mariposario en todo el día. Y, como yo, todos los demás. Sólo hay que mirar la cara de felicidad de Candelaria para imaginar la de todos nosotros. Y en el planetario tres cuartos de los mismo. Todo el recinto bien merece la pena, las aves sueltas, de cetrería, las distintas salas dedicadas al cuerpo humano, a la electricidad, a los dinosaurios, pero lo mejor de todo ha sido la casualidad de coincidir con la exposición de M. C. Escher “Universos Infinitos”: una delicia. Un hallazgo inolvidable. Escher fue un pintor holandes enamorado de la Alhambra, un ser genial en su concepción de la pintura, de la geometría, de las ilusiones ópticas, de la manipulación de la realidad hasta llegar a pintar lo imposible.

Hemos regrasado después del almuerzo, no sin antes parar en Santa Fe para degustar los famosos piononos en un rato de agradable despedida de la hermosa provincia hermana. Hemos regrasado en silencio, creo que con algo de pena, pero cuando hemos divisido el mar azulísimo, nuestra bella bahía, el cucurucho de nuestra manquita y esa paz que nos da el sabernos en nuestra casa, casi arrancamos a aplaudir. Y todo fueron elogios y vivas: ¡ole mi Málaga!, ¡qué bonita es!, ¡por algo le dicen La Bella!, ¡ojú, qué alegría, Dios mío, de llegar a mi tierra! y cosas como éstas.

Gracias a Antonio Martín, nuestro amigo, el chofer del autocar que, tan amable y generoso como siempre, nos ha hecho disfrutar una vez más de nuestro viaje y sentirnos cómodos y bien atendidos. Y a todos los compañeros por ser tan buenas personas y tan comprensivos.
Un abrazo y hasta la próxima, amigos.

Cariñosamente, Mariví Verdú

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