Acabamos de llegar de Granada y no me conformo con descansar sin antes contar el maravilloso viaje que hemos hecho los compañeros de la Asociación de Jubilados y Pensionistas “Virgen del Rocío”, los buenos amigos y familiares que nos han acompañado.
Después de la cena no faltó quien se echó su bailecillo ni su buena panzada de reir con las monerías de los bailarines portugueses con los que compartimos el hotel.




Hoy, a primera hora, nos dispusimos para ir al Parque de las Ciencias. Yo no lo conocía ni muchos de los que íbamos. Y qué maravilla, madre mía. No me hubiera salido del mariposario en todo el día. Y, como yo, todos los demás. Sólo hay que mirar la cara de felicidad de Candelaria para imaginar la de todos nosotros. Y en el planetario tres cuartos de los mismo. Todo el recinto bien merece la pena, las aves sueltas, de cetrería, las distintas salas dedicadas al cuerpo humano, a la electricidad, a los dinosaurios, pero lo mejor de todo ha sido la casualidad de coincidir con la exposición de M. C. Escher “Universos Infinitos”: una delicia. Un hallazgo inolvidable. Escher fue un pintor holandes enamorado de la Alhambra, un ser genial en su concepción de la pintura, de la geometría, de las ilusiones ópticas, de la manipulación de la realidad hasta llegar a pintar lo imposible.




Hemos regrasado después del almuerzo, no sin antes parar en Santa Fe para degustar los famosos piononos en un rato de agradable despedida de la hermosa provincia hermana. Hemos regrasado en silencio, creo que con algo de pena, pero cuando hemos divisido el mar azulísimo, nuestra bella bahía, el cucurucho de nuestra manquita y esa paz que nos da el sabernos en nuestra casa, casi arrancamos a aplaudir. Y todo fueron elogios y vivas: ¡ole mi Málaga!, ¡qué bonita es!, ¡por algo le dicen La Bella!, ¡ojú, qué alegría, Dios mío, de llegar a mi tierra! y cosas como éstas.
Gracias a Antonio Martín, nuestro amigo, el chofer del autocar que, tan amable y generoso como siempre, nos ha hecho disfrutar una vez más de nuestro viaje y sentirnos cómodos y bien atendidos. Y a todos los compañeros por ser tan buenas personas y tan comprensivos.
Un abrazo y hasta la próxima, amigos.
Cariñosamente, Mariví Verdú
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